Bienvenidas las opiniones fundadas y los debates constructivos.

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martes, 21 de agosto de 2012

Samia Yusuf Omar

La indignación que produce el desenlace de la historia de vida de Samia Yusuf Omar, no se compara con la vergüenza que debemos sentir como seres humanos capaces de engendrar tal sufrimiento.
Resulta absolutamente necesario poner sobre la mesa  los determinantes que condujeron a tan trágico final, Somalia un país sumido en la más absoluta miseria, sesgado por el peso de la religión musulmana, donde ser mujer es una condena, donde la preocupación constante es la lucha por sobrevivir otro día más, combatiendo frente a la humillación, la degradación, la discriminación, la falta de garantías de cualquier tipo y la carencia absoluta de recursos. Parece increíble que en semejante escenario planteado allá podido surgir una voluntad como la de esta joven. Samia fue capaz de soportar las peores aberraciones por parte de una sociedad y un contexto que solo producen segregación en cuanto a genero y limitaciones en lo que a oportunidades respecta.
Es inevitable pensar en la infinidad de casos similares, historias de vida marcadas por la desgracia de haber nacido en un lugar apartado del escenario mundial, condenado al ostracismo y al eterno sufrir de quienes lo habitan.
El hecho de  solo pensar por un momento en todo lo que esta joven somalí padeció en su corta vida, genera una mezcla de indignación, rabia y desesperanza que describen un panorama desolador.
Mientras tanto las voces siguen hablando de occidente y oriente, musulmanes y cristianos y proclaman a viva voz la responsabilidad del contrario, pero en el trasfondo de la situación  se vislumbra una sola certeza y es que hoy, mañana y en los días siguientes esta realidad seguirá condenando a gente inocente a la cual todos como humanidad le debemos su derecho a vivir dignamente, a hacer valer su condición de ser humano en definitiva, su derecho a ser.

La integración regional latinoamericana en el Siglo XXI,el camino al desarrollo.




La vorágine con que se desarrollan actualmente las relaciones internacionales, condicionadas por un modelo de producción económica imperante el cual abarca y determina en gran parte todos los aspectos de las distintas sociedades,  exige cada vez más a los principales actores internacionales, el desarrollo de la capacidad de adaptación a los diferentes escenarios (político, económico, social, cultural) en los cuales se plantea el orden establecido.Frente a este desafío, los Estados deberán manejar las diferentes opciones y los posibles espacios por los cuales puedan navegar, dependiendo siempre de sus características propias, limitaciones y potencialidades, a saber, nivel  de desarrollo económico, político, social, cultural, económico, de infraestructura, así como características geográficas y disponibilidad de recursos naturales.Tomando en cuenta estos elementos, así como también la observación de experiencias anteriores aplicadas por otros actores, es que la integración surge como la opción más plausible para las economías de menor escala a la hora de afrontar la realidad mundial actual, “Globalización-mundialización”.
Integración desde todo punto de vista, no solo de carácter político-económico, sino también social y cultural. El reforzamiento de los lazos entre los países integrantes de una misma región no solo resulta positivo para el desarrollo de sus economías y sus sociedades, si no que también, resulta la mejor herramienta a la hora de afrontar los diferentes embates de la Globalización y sus esfuerzos por la supresión de las barreras nacionales, obteniendo como contra partida un reforzamiento de las identidades locales; así como de su papel en el escenario mundial. 


-¿Es el modelo integrador la mejor herramienta de que dispone América  Latina para afrontar los nuevos desafíos?

-¿Existen otras alternativas?



“El éxito en el proceso de integración por parte de un Estado dependerá tanto de su fortaleza institucional y política, como de la capacidad de su sociedad  de pensarse como una única unidad de identidad nacional, participativa y consensuada”.

-                Para responder a dichas interrogantes es necesario establecer primeramente los conceptos básicos sobre los que se asienta un sistema de integración. El mismo surge como respuesta frente a las distintas demandas y desafíos del escenario mundial, la aparición de nuevas necesidades a satisfacer así como el surgimiento de nuevos compromisos asumidos por los diversos actores. Los nuevos avances en el campo de la comunicación, la interconexión constante de las distintas sociedades, el acceso a la información en tiempo real (TICS), los  choques culturales, el surgimiento de nuevos actores a escala mundial, así como la predominancia de las actividades económico-financieras (con su modelo actual desregulador y expansionista) sobre el resto de los demás campos, con  todas sus consecuencias negativas y positivas; son las características que aparecen en la actualidad como las “Game rules”, las cuales delimitan las posibilidades de acción de los Estados.
Frente a semejante escenario en el cual entran en juego las capacidades de operación particulares de cada uno de ellos, el nivel de desarrollo económico, político y social se vuelve un imperativo para la consecución de las metas trazadas, a la vez que es innegable la disparidad de “realidades” que afrontan cada uno de ellos en particular.
Es en este proceso de adaptación al contexto global donde surgen diferentes sistemas de organización, los cuales apuntan siempre al desarrollo de las distintas sociedades. Los mismos son producto de su tiempo así como del contexto en el que se despliegan. Para el caso particular de América Latina en la segunda mitad del SXX, pudimos observar la implementación de un sistema aislacionista basado en la idea de autosuficiencia como plataforma para catapultar a las naciones involucradas al desarrollo. Este modelo de industrias por sustitución de importaciones (ISI), fue el primer intento “palpable” planteado por las sociedades latinoamericanas para dar respuesta a las necesidades de las mismas así como también plantarse como la nueva alternativa frente a los desafíos que el denominado sistema de centro-periferia imponía a las naciones menos desarrolladas.
Fue la CEPAL el organismo encargado de llevar a cabo dichas políticas desde la década del 50
quien logró implementar en un primer momento el nuevo sistema alcanzando niveles de desarrollo positivos pero desatendiendo el carácter social y concentrándose en el aspecto económico, hecho que, transcurridas las dos primeras décadas de vida de dicho modelo, fue volviéndose cada vez más notorio. A medida que las industrias se incrementaban, de igual manera surgía la dificultad de distribuir  equitativamente el ingreso en la población lo que demandó un reestructuramiento de las políticas aplicadas en miras a una mejor distribución de las riquezas dentro del tejido social.
Durante el transcurso de las siguientes décadas el modelo de sustitución debió “aprender” a moldearse a las “reglas de juego” adaptando y reorientando sus políticas de acuerdo a las demandas e imperativos del sistema-mundo. Evolución que tuvo su decantación en el denominado Neoestructuralismo, el cual es producto del acompasamiento de las ideas de desarrollo a la nueva realidad actual. La apertura comercial y financiera, el avance hacia una economía más abierta y una reducción del papel del Estado en la misma, fueron algunos de los nuevos conceptos que la CEPAL comenzó a manejar. Esto deja en claro la inviabilidad del modelo aislacionista, el cual presupone indefectiblemente un callejón sin salida para el desarrollo de la economía y de la sociedad. Dar la espalda al sistema mundial en términos de interdependencia presupone según mi criterio un error inmenso, pues es justamente en ella donde radican las oportunidades de superación así como la posibilidad de alcanzar un  desarrollo efectivo y perdurable.


La integración como sistema de organización.

-   Es necesario entonces establecer otro esquema de acción, el cual tome en cuenta estos factores pero que a su vez sea lo suficientemente fuerte y estable como para proyectarse en el largo plazo. Es aquí donde se introduce el concepto de regionalismo como elemento de defensa para las distintas economías frente al proceso desestabilizador de la Globalización.
El mismo surge como un instrumento loable para que los Estados nacionales (principal obstáculo a vencer por parte de la Globalización) puedan incorporarse entre si plenamente frente a la mundialización de los mercados y de las sociedades. Es el concepto de integración entonces el que parece adaptarse en mejor forma a las demandas del sistema actual, proporcionando a los actores participantes, herramientas eficaces para poder proyectar sus intereses en el plano internacional.




¿Qué condiciones son necesarias para la aplicación de un sistema integracionista?

Se observa como necesaria en primer lugar la existencia de intereses comunes al igual que valores, los cuales actúan como nexos entre las distintas sociedades integrantes del sistema. Una relativa equivalencia estructural por parte de los actores por que si bien se acepta la disparidad de niveles de desarrollo entre dos economías, es entendible que ambas deban superar un nivel mínimo de sustentabilidad como para poder enfrentar el desafío de proyectarse a nivel regional y mundial.
Una relativa complementación por parte de los  participantes, lo cual refuerza la idea de interdependencia y también en igual medida, la firme convicción de los mismos de que los resultados de dicha asociación serán beneficiosos en muchos aspectos; ya que esto, asegura el nivel de compromiso de los Estados.


-    Sin duda el aspecto económico juega un papel determinante en el desarrollo de una sociedad y  el fenómeno de integración no escapa a dicha máxima. La unión de uno o más Estados presupone el potenciamiento de las economías locales en el plano internacional proyectándolas de forma sólida y eficiente. El surgimiento de un nuevo mercado regional fortalecido es también una nueva ventana hacia el estrechamiento de las relaciones con el resto del mundo, así como un nuevo escenario de interacción y oportunidad.
El aumento de la capacidad de negociación de los Estados integrantes, es también un hecho particularmente beneficioso par las economías más pequeñas del bloque las cuales pueden así plantarse de carácter firme ante las vicisitudes del mercado (empresas transnacionales, variaciones del mercado financiero, etc.). 
En el aspecto social  la integración será el motor ideal para el afianzamiento del intercambio cultural. El sentimiento de cooperación y solidaridad así como el reafirmamiento de la identidad local en el marco regional y mundial, se verán profundamente potenciados, todo ello bajo el consentimiento de un accionar colectivo hacia la obtención de determinados intereses generales. La realidad actual demuestra que los diferentes emprendimientos de carácter integracionista dentro de Latinoamérica han sido en mayor o menor medida, beneficiosos para sus actores. Si bien en el plano empírico la aplicación de las distintas políticas, ha resultado ser por demás trabajosa y compleja debido a la multiplicidad de factores que deben ser contemplados, se puede concluir que hasta el momento, un modelo de integración es el elemento más certero para moverse en el tablero mundial. El ejemplo más claro a seguir de cara a este tipo de sistemas es sin dudas la Unión Europea, organismo supranacional el cual ha logrado un nivel de desarrollo superior a cualquier otro emprendimiento de estos caracteres. No obstante hoy en día la misma se encuentra en estado de revisión total de sus pilares fundamentales lo cual indica que ningún proceso de estas características es enteramente infalible ante la volatilidad de un mercado mundial económico financiero que  exige cada vez más un severo análisis de las variantes y de los posibles escenarios a plantearse.


Durante los distintos procesos histórico-evolutivos del sistema mundial, las sociedades han intentado acompasar sus políticas así como también sus procedimientos conforme a las demandas que dominan en el momento. El éxito alcanzado en esa campaña dependerá siempre de los recursos materiales e intelectuales con los que se disponga, en suma con las voluntades y el consenso necesario de cada sociedad en particular.
El sistema integracional parece ser hoy día, de acuerdo a la realidad actual y la proyectada para este siglo XXI, el sistema más aceptable a la hora de proyectar los intereses de cada Estado hacia el futuro.
En un mundo interdependiente en materia productiva, con un grado de  interconectividad absoluto, donde el flujo de las relaciones mayormente económicas pero también, políticas, sociales y culturales entre los distintos actores internacionales se complejizan a la vez que se intensifican, estableciendo así, nuevos escenarios y nuevos retos; se convierte en un desafío para el Estado-Nación alcanzar los objetivos que se plantea. Para las economías menos desarrolladas que ven disminuidas sus capacidades de acción frente a las presiones e imposiciones por parte del sistema, se vuelve inevitable la idea de integración. El regionalismo surge entonces como el camino más adecuado para potenciar las capacidades individuales de los Estados latinoamericanos, la interdependencia regional, el consenso político y social entre los actores, la diversidad cultural así como la complementación en materia de producción, se vuelven las herramientas básicas para plantarse de manera firme ante la realidad actual, esa    “mundialización del mundo” que parece abarcar todos los aspectos del relacionamiento humano.
Empero no se puede negar que dicho sistema presenta falencias del más variado orden, esto creo yo debido en mayor medida al prematuro camino que los distintos proyectos han transitado. Si pensamos en una Unión Europea como el ejemplo más claro, debemos entender entonces que el grado de certeza  en cuanto a políticas de integración refiere no es nunca absoluto pero es sin dudas la mejor opción para el desarrollo que ha surgido hasta ahora.
En el caso de Latinoamérica por su condición histórica de economía oprimida y poco desarrollada, basada en mayor medida en productos primarios (siempre contemplando excepciones) y dependiente entonces de factores externos, la integración surge como la clave para el desarrollo equitativo de sus distintas economías así como de las sociedades que la integran. No se puede pensar en una tecnificación de la economía latinoamericana sin contemplar la idea de cooperación entre sus Estados. No se puede plantear la idea de un desarrollo sostenible si no se establecen políticas comunes para la región con respecto a las diferentes materias, ambientales, económicas, sociales y culturales.
No se puede pensar en un futuro sustentable y eficaz si se observa la realidad desde una perspectiva individualista.