¿En que creer?, ¿hacia dónde
mirar?
Esas preguntas se
vienen a la mente cuando la realidad se presenta tan cruda como hoy en México.
Cuando te dicen que el propio Estado, tu propio país, fue quien entrego la vida
de cuarenta y tres jóvenes en manos de mercenarios.
Cuando escuchas el relato frío y tétrico
de los autores materiales, tan mexicanos como las víctimas, esos cuarenta y
tres “chavos”, se vuelve imposible comprender la dimensión del hecho. ¿Cuánto dinero
valen esas vidas?
Pienso en sus familias,
en el vacío y la impotencia que deben sentir; pienso en mis hermanos y amigos y
se me hace un nudo en la garganta. Busco consuelo de forma egoísta argumentado
en la distancia del “por suerte en mi
Uruguay estamos lejos de cosas así”, pero mi condición de joven, estudiante,
hijo y hermano, me recuerda que también soy ciudadano de este mundo y que mi
silencio me vuelve cómplice.
Hoy Latinoamérica toda
perdió a un puñado de jóvenes, por eso es deber de todos nosotros no olvidar,
porque hacerlo representa la victoria de aquellos que se creen impunes fundados
en el imperio de la fuerza y la violencia.
Mi abrazo y mi pésame
a todo el pueblo mexicano.