La
indignación que produce el desenlace de la historia de vida de Samia Yusuf
Omar, no se compara con la vergüenza que debemos sentir como seres humanos
capaces de engendrar tal sufrimiento.
Resulta absolutamente necesario poner sobre la
mesa los determinantes que condujeron a tan trágico final, Somalia un país
sumido en la más absoluta miseria, sesgado por el peso de la religión
musulmana, donde ser mujer es una condena, donde la preocupación constante es la
lucha por sobrevivir otro día más, combatiendo frente a la humillación, la degradación,
la discriminación, la falta de garantías de cualquier tipo y la carencia
absoluta de recursos. Parece increíble que en semejante escenario planteado
allá podido surgir una voluntad como la de esta joven. Samia fue capaz de
soportar las peores aberraciones por parte de una sociedad y un contexto que
solo producen segregación en cuanto a genero y limitaciones en lo que a
oportunidades respecta.
Es
inevitable pensar en la infinidad de casos similares, historias de vida
marcadas por la desgracia de haber nacido en un lugar apartado del escenario
mundial, condenado al ostracismo y al eterno sufrir de quienes lo habitan.
El hecho
de solo pensar por un momento en todo lo
que esta joven somalí padeció en su corta vida, genera una mezcla de
indignación, rabia y desesperanza que describen un panorama desolador.
Mientras
tanto las voces siguen hablando de occidente y oriente, musulmanes y cristianos
y proclaman a viva voz la responsabilidad del contrario, pero en el trasfondo
de la situación se vislumbra una sola
certeza y es que hoy, mañana y en los días siguientes esta realidad seguirá
condenando a gente inocente a la cual todos como humanidad le debemos su
derecho a vivir dignamente, a hacer valer su condición de ser humano en
definitiva, su derecho a ser.
1 comentario:
http://www.elreporte.com.uy/las-alas-de-samia/
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