
La vorágine con que se desarrollan actualmente
las relaciones internacionales, condicionadas por un modelo de producción
económica imperante el cual abarca y determina en gran parte todos los aspectos
de las distintas sociedades, exige cada
vez más a los principales actores internacionales, el desarrollo de la
capacidad de adaptación a los diferentes escenarios (político, económico,
social, cultural) en los cuales se plantea el orden establecido.Frente a
este desafío, los Estados deberán manejar las diferentes opciones y los
posibles espacios por los cuales puedan navegar, dependiendo siempre de sus
características propias, limitaciones y potencialidades, a saber, nivel de desarrollo económico, político, social,
cultural, económico, de infraestructura, así como características geográficas y
disponibilidad de recursos naturales.Tomando en
cuenta estos elementos, así como también la observación de experiencias
anteriores aplicadas por otros actores, es que la integración surge como la
opción más plausible para las economías de menor escala a la hora de afrontar
la realidad mundial actual, “Globalización-mundialización”.
Integración
desde todo punto de vista, no solo de carácter político-económico, sino también
social y cultural. El reforzamiento de los lazos entre los países integrantes
de una misma región no solo resulta positivo para el desarrollo de sus
economías y sus sociedades, si no que también, resulta la mejor herramienta a
la hora de afrontar los diferentes embates de la Globalización y sus
esfuerzos por la supresión de las barreras nacionales, obteniendo como contra
partida un reforzamiento de las identidades locales; así como de su papel en el
escenario mundial.
-¿Es el modelo integrador la mejor herramienta de
que dispone América Latina para afrontar
los nuevos desafíos?
-¿Existen otras alternativas?
“El éxito en el proceso de integración por parte de un
Estado dependerá tanto de su fortaleza institucional y política, como de la
capacidad de su sociedad de pensarse
como una única unidad de identidad nacional, participativa y consensuada”.
-
Para responder a dichas
interrogantes es necesario establecer primeramente los conceptos básicos sobre
los que se asienta un sistema de integración. El mismo surge como respuesta
frente a las distintas demandas y desafíos del escenario mundial, la aparición
de nuevas necesidades a satisfacer así como el surgimiento de nuevos compromisos
asumidos por los diversos actores. Los nuevos avances en el campo de la
comunicación, la interconexión constante de las distintas sociedades, el acceso
a la información en tiempo real (TICS), los
choques culturales, el surgimiento de nuevos actores a escala mundial, así
como la predominancia de las actividades económico-financieras (con su modelo
actual desregulador y expansionista) sobre el resto de los demás campos,
con todas sus consecuencias negativas y
positivas; son las características que aparecen en la actualidad como las
“Game rules”, las cuales delimitan las posibilidades de acción de los
Estados.
Frente a semejante escenario en el cual entran en
juego las capacidades de operación particulares de cada uno de ellos, el nivel de
desarrollo económico, político y social se vuelve un imperativo para la
consecución de las metas trazadas, a la vez que es innegable la disparidad de
“realidades” que afrontan cada uno de ellos en particular.
Es en este proceso de adaptación al contexto global
donde surgen diferentes sistemas de organización, los cuales apuntan siempre al
desarrollo de las distintas sociedades. Los mismos son producto de su tiempo
así como del contexto en el que se despliegan. Para el caso particular de
América Latina en la segunda mitad del SXX, pudimos observar la implementación
de un sistema aislacionista basado en la idea de autosuficiencia como plataforma
para catapultar a las naciones involucradas al desarrollo. Este modelo de
industrias por sustitución de importaciones (ISI), fue el primer intento “palpable”
planteado por las sociedades latinoamericanas para dar respuesta a las
necesidades de las mismas así como también plantarse como la nueva alternativa
frente a los desafíos que el denominado sistema de centro-periferia imponía a las naciones menos desarrolladas.
Fue la
CEPAL el organismo encargado de llevar a cabo dichas
políticas desde la década del 50
quien logró implementar en un primer momento el
nuevo sistema alcanzando niveles de desarrollo positivos pero desatendiendo el
carácter social y concentrándose en el aspecto económico, hecho que, transcurridas
las dos primeras décadas de vida de dicho modelo, fue volviéndose cada vez más
notorio. A medida que las industrias se incrementaban, de igual manera surgía
la dificultad de distribuir
equitativamente el ingreso en la población lo que demandó un
reestructuramiento de las políticas aplicadas en miras a una mejor distribución
de las riquezas dentro del tejido social.
Durante el transcurso de las siguientes décadas el
modelo de sustitución debió “aprender” a moldearse a las “reglas de juego”
adaptando y reorientando sus políticas de acuerdo a las demandas e imperativos
del sistema-mundo. Evolución que tuvo su decantación en el denominado Neoestructuralismo,
el cual es producto del acompasamiento de las ideas de desarrollo a la nueva
realidad actual. La apertura comercial y financiera, el avance hacia una
economía más abierta y una reducción del papel del Estado en la misma, fueron
algunos de los nuevos conceptos que la
CEPAL comenzó a manejar. Esto deja en claro la inviabilidad
del modelo aislacionista, el cual presupone indefectiblemente un callejón sin
salida para el desarrollo de la economía y de la sociedad. Dar la espalda al
sistema mundial en términos de interdependencia presupone según mi criterio un
error inmenso, pues es justamente en ella donde radican las oportunidades de
superación así como la posibilidad de alcanzar un desarrollo efectivo y perdurable.
La integración como sistema de organización.
- Es
necesario entonces establecer otro esquema de acción, el cual tome en cuenta
estos factores pero que a su vez sea lo suficientemente fuerte y estable como
para proyectarse en el largo plazo. Es aquí donde se introduce el concepto de
regionalismo como elemento de defensa para las distintas economías frente al
proceso desestabilizador de la Globalización.
El mismo surge como un instrumento loable para que
los Estados nacionales (principal obstáculo a vencer por parte de la Globalización)
puedan incorporarse entre si plenamente frente a la mundialización de los
mercados y de las sociedades. Es el concepto de integración entonces el que parece
adaptarse en mejor forma a las demandas del sistema actual, proporcionando a
los actores participantes, herramientas eficaces para poder proyectar sus
intereses en el plano internacional.
¿Qué condiciones son
necesarias para la aplicación de un sistema integracionista?
Se observa como necesaria en primer lugar la
existencia de intereses comunes al igual que valores, los cuales actúan como
nexos entre las distintas sociedades integrantes del sistema. Una relativa
equivalencia estructural por parte de los actores por que si bien se acepta la
disparidad de niveles de desarrollo entre dos economías, es entendible que ambas
deban superar un nivel mínimo de sustentabilidad como para poder enfrentar el
desafío de proyectarse a nivel regional y mundial.
Una relativa complementación por parte de los participantes, lo cual refuerza la idea de
interdependencia y también en igual medida, la firme convicción de los mismos
de que los resultados de dicha asociación serán beneficiosos en muchos
aspectos; ya que esto, asegura el nivel de compromiso de los Estados.
- Sin duda
el aspecto económico juega un papel determinante en el desarrollo de una
sociedad y el fenómeno de integración no
escapa a dicha máxima. La unión de uno o más Estados presupone el potenciamiento
de las economías locales en el plano internacional proyectándolas de forma
sólida y eficiente. El surgimiento de un nuevo mercado regional fortalecido es
también una nueva ventana hacia el estrechamiento de las relaciones con el
resto del mundo, así como un nuevo escenario de interacción y oportunidad.
El aumento de la capacidad de negociación de los
Estados integrantes, es también un hecho particularmente beneficioso par las
economías más pequeñas del bloque las cuales pueden así plantarse de carácter
firme ante las vicisitudes del mercado (empresas transnacionales, variaciones
del mercado financiero, etc.).
En el aspecto social
la integración será el motor ideal para el afianzamiento del intercambio
cultural. El sentimiento de cooperación y solidaridad así como el
reafirmamiento de la identidad local en el marco regional y mundial, se verán
profundamente potenciados, todo ello bajo el consentimiento de un accionar
colectivo hacia la obtención de determinados intereses generales. La realidad
actual demuestra que los diferentes emprendimientos de carácter integracionista
dentro de Latinoamérica han sido en mayor o menor medida, beneficiosos para sus
actores. Si bien en el plano empírico la aplicación de las distintas políticas,
ha resultado ser por demás trabajosa y compleja debido a la multiplicidad de
factores que deben ser contemplados, se puede concluir que hasta el momento, un
modelo de integración es el elemento más certero para moverse en el tablero
mundial. El ejemplo más claro a seguir de cara a este tipo de sistemas es sin
dudas la Unión Europea,
organismo supranacional el cual ha logrado un nivel de desarrollo superior a
cualquier otro emprendimiento de estos caracteres. No obstante hoy en día la
misma se encuentra en estado de revisión total de sus pilares fundamentales lo
cual indica que ningún proceso de estas características es enteramente
infalible ante la volatilidad de un mercado mundial económico financiero
que exige cada vez más un severo
análisis de las variantes y de los posibles escenarios a plantearse.
Durante los distintos procesos histórico-evolutivos del
sistema mundial, las sociedades han intentado acompasar sus políticas así como
también sus procedimientos conforme a las demandas que dominan en el momento.
El éxito alcanzado en esa campaña dependerá siempre de los recursos materiales
e intelectuales con los que se disponga, en suma con las voluntades y el
consenso necesario de cada sociedad en particular.
El sistema integracional parece ser hoy día, de acuerdo
a la realidad actual y la proyectada para este siglo XXI, el sistema más
aceptable a la hora de proyectar los intereses de cada Estado hacia el futuro.
En un mundo interdependiente en materia productiva,
con un grado de interconectividad
absoluto, donde el flujo de las relaciones mayormente económicas pero también,
políticas, sociales y culturales entre los distintos actores internacionales se
complejizan a la vez que se intensifican, estableciendo así, nuevos escenarios y
nuevos retos; se convierte en un desafío para el Estado-Nación alcanzar los
objetivos que se plantea. Para las economías menos desarrolladas que ven
disminuidas sus capacidades de acción frente a las presiones e imposiciones por
parte del sistema, se vuelve inevitable la idea de integración. El regionalismo
surge entonces como el camino más adecuado para potenciar las capacidades
individuales de los Estados latinoamericanos, la interdependencia regional, el
consenso político y social entre los actores, la diversidad cultural así como la
complementación en materia de producción, se vuelven las herramientas básicas
para plantarse de manera firme ante la realidad actual, esa “mundialización del mundo” que parece
abarcar todos los aspectos del relacionamiento humano.
Empero no se puede negar que dicho sistema presenta
falencias del más variado orden, esto creo yo debido en mayor medida al
prematuro camino que los distintos proyectos han transitado. Si pensamos en una
Unión Europea como el ejemplo más claro, debemos entender entonces que el grado
de certeza en cuanto a políticas de
integración refiere no es nunca absoluto pero es sin dudas la mejor opción para
el desarrollo que ha surgido hasta ahora.
En el caso de Latinoamérica por su condición histórica
de economía oprimida y poco desarrollada, basada en mayor medida en productos
primarios (siempre contemplando excepciones) y dependiente entonces de factores
externos, la integración surge como la clave para el desarrollo equitativo de
sus distintas economías así como de las sociedades que la integran. No se puede
pensar en una tecnificación de la economía latinoamericana sin contemplar la
idea de cooperación entre sus Estados. No se puede plantear la idea de un
desarrollo sostenible si no se establecen políticas comunes para la región con
respecto a las diferentes materias, ambientales, económicas, sociales y
culturales.
No se puede pensar en un futuro sustentable y eficaz
si se observa la realidad desde una perspectiva individualista.